Lo que aprendí de la fotografía (y el sonido)

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Cuando viajé por primera vez con mi cámara fotográfica recuerdo que trataba de abarcar todo lo que veía con el objetivo. Iba por ciudades europeas cuyo interés residía en la armonía del conjunto. Los edificios, puestos unos en relación con otros, y el trazado de las calles, generaban una atmósfera envolvente y mágica. Y yo trataba de meter todo ello en cada foto, abarcando el mayor espacio posible en los encuadres.

Cuál sería mi desilusión cuando llegué a casa tras el viaje y vi por primera vez el resultado. En todas las fotos había muchos elementos… Demasiados. Porque ese «todo» especial que a mí me había cautivado no aparecía por ningún lado. Las imágenes resultaban azarosas y difíciles de atender. Los peores ejemplos los borré, pero incluso en los que guardé, a veces había demasiados puntos a los que mirar:

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Fue la primera pista de una lección fundamental para cualquier proceso comunicativo, y en especial aquellos con pretensiones artísticas. Se resume en una frase:

Menos es más.

Me quedó mucho más claro cuando acudí a clases de mezcla de sonido. Un maestro de la especialidad, el histórico José Nieto, hizo lo posible por concienciarnos de un principio fundamental. Cuando uno atiende a un mensaje aportado por un medio sonoro, sólo puede diferenciar un número muy limitado de estímulos a la vez. No tiene sentido añadir sonido sobre sonido en un mismo momento. Por que sólo se generará confusión. Walter Murch ahondaba en esta cuestión en una conferencia que recomiendo encarecidamente leer.

Cuando nos movemos en el mundo, rodeados de miles de estímulos nuestro cerebro hace un proceso de selección constante. Dirige nuestra atención a aquello que es más relevante para nosotros. Y descarta lo demás.

Pero ese proceso no suele darse cuando atendemos a un mensaje, sea visual, verbal o sonoro. Si el mensaje está lleno de elementos y nosotros hemos de desenmarañarlos, nos parecerá que equivale al azar de la vida. Si es azar, carece de sentido, no es un mensaje. Perderemos la fe en que merezca la pena atenderlo y lo abandonaremos.

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Es fundamental que el receptor perciba que el juego que le estamos ofreciendo, ya sea con la imagen, el sonido, o ambos, tiene algún sentido. ¿Cómo?

Pocos elementos.

Menos es más.

La selección de unos pocos ítems de la realidad en nuestro mensaje dará fe de una intención real detrás de él. Y lo que es más importante, el receptor podrá comprender y jugar en su mente con las relaciones entre esos elementos. Se sentirá invitado a un juego en el que puede participar, llegando a alguna conclusión.

Lo contrario es el azar, tierra de incertidumbre. Y para eso, ya tenemos el día a día.

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