-Cine y publicidad
Hace poco caí en la cuenta de que pocas personas han aportado tanto al lenguaje de la publicidad como Ernst Lubitsch. Para quienes no lo conozcan: se trata de un genial director de cine clásico que inventó algo especial, único, que nadie había hecho ni volvió a hacer como él. Consiguió así involucrar a los espectadores en su narración y mantener su interés. Lo que pasa es que ese algo, tan reconocible, es un poco difícil de expresar con palabras. Quizá lo más fácil sea poner el ejemplo antes que la explicación.
-Escena de La viuda alegre (1934)
En la película de Lubitsch una mujer casada se despide de su marido, que va a trabajar, en la puerta de casa. Se dan un beso y él sale por la puerta.
El hombre baja la escalera, se cruza con un señor que sube, y sale a la calle. Observa cómo su mujer le dice adiós con la mano por la ventana, y corresponde con el mismo gesto.
Y de repente, al llevarse la mano al bolsillo, se percata de que no se ha puesto el cinturón. Vuelve sobre sus pasos, entra en el edificio de su casa, sube la escalera, y entra en su vivienda. La cámara se queda en la puerta, no entramos con él.
Pasados unos segundos el señor sale por la misma puerta con el cinturón en la mano. Mientras baja la escalera se lo empieza a poner. Y descubre que no puede hacerlo, porque no es de su talla, no cierra.
-¿Qué ha sucedido?
En pantalla, hemos visto un puñado de acciones de por sí poco significativas: una despedida entre un matrimonio, dos personas que se cruzan, un olvido trivial y un cinturón que no cierra.
Pero esos componentes sumados en la mente del espectador permiten deducir lo que no hemos visto. Una mujer casada ha engañado a su marido con otro. Y el marido se acaba de enterar. Esta situación de por sí es dramática y genera tensión. El espectador se pregunta: ¿y qué va a hacer el marido ahora? Se anuncia una confrontación.
Lo que sucede es que al dejar que el espectador imagine el hecho fundamental en lugar de verlo, su imaginación y su curiosidad se ve mucho más excitada. Se le consigue involucrar en un proceso. Así le divierte más el juego, y quiere seguir participando. ¿Quién podría desear un resultado mejor al comunicar?
Un hombre tan elocuente como Billy Wilder (otro cineasta de renombre) lo explicaba así: «Como me dijo Lubitsch: deja que la audiencia sume dos más dos; te querrán siempre.»
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