Cómo poner a trabajar nuestra creatividad

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En cualquier disciplina artística (como por ejemplo la locución), cabe hablar de dos niveles de trabajo: el de la técnica y el de la creatividad.

La técnica son las convenciones compartidas con el receptor que garantizan que nuestro mensaje será comprendido. Algún día hablaré largo y tendido de la importancia de esta parte del proceso. Pero ahora me voy a centrar en otro lado de la cuestión: la parte creativa.

Se trata de poner en concordancia lo que decimos con cómo lo decimos. dentro (y a veces fuera) de la técnica. Emplear formas de expresión específicas que hagan que nuestro mensaje se transmita a un nivel profundo. Dar, por lo tanto con soluciones específicas y únicas para cada caso.

El lexema de creatividad es el del verbo crear, que significa traer algo nuevo al mundo. Algo que ha salido de nuestro interior. Los interiores, sin embargo, no siempre son fértiles.

¿Por qué algunas personas son creativas y otras no? ¿Es porque son más listas? ¿O porque han aprendido a serlo?

El siguiente vídeo es una conferencia de John Cleese que aclara parte del misterio. Si tenéis tiempo os la recomiendo, además es muy divertida. Pero como está en inglés, voy a resumir algunos de sus puntos fundamentales para los que no podáis verla.

Cleese cita al psicólogo Brian Bates y describe el proceso creativo como la suma de dos estados mentales:

  • El modo abierto. Es el estado mental que tenemos cuando jugamos o estamos de broma. Las ideas fluyen sin censura y a veces sin sentido. No tenemos inconveniente en pensar cualquier disparate, porque sólo buscamos divertirnos.
  • El modo cerrado. Es el estado mental que tiene lugar cuando focalizamos nuestra atención en una tarea. Descartamos todo pensamiento que no sea racional y lógico. Buscamos la eficiencia para completar nuestro trabajo.

castle-1290860_1920Estas dos formas de pensar se tienen que dar de forma sucesiva para dar frutos creativos. Primero, en el modo abierto, nuestra mente genera todo tipo de ideas. Luego, en el modo cerrado, pasamos revista a todas ellas y elegimos la que nos sirve.

El problema, y aquí está el quid de la cuestión, es cambiar de un modo a otro. Mucha gente tiene problemas para concentrarse y ser eficiente como en el modo cerrado (por ejemplo, los que padecen TDAH). Y sobretodo, mucha gente tiene problemas para entrar en el modo abierto.

Vivimos en un mundo que nos obliga a estar en el modo cerrado la mayor parte de nuestra vida. El tiempo cuesta dinero. Tenemos que ser eficientes y entregar nuestro trabajo pronto. Tenemos horarios que respetar. Así es muy difícil llegar a la primera parte del proceso creativo, que es fundamental para que éste se dé.

¿La solución? Dedicar un poco de tiempo al día a no ser eficiente. A jugar con las ideas, a experimentar y a divertirse con el problema. Sin prisa, con curiosidad y sin presiones de ningún tipo. A estar en el modo abierto.

Dicho así suena muy fácil, ¿verdad? Pero, ¿cómo sabemos si estamos en un modo u otro?

Intuitivamente es fácil reconocerlo. Pero hay una puerta de entrada en el modo abierto que nos sirve también de guía: la risa.

Cuanto más nos riamos espontáneamente, más lejos quedará el modo cerrado y más disfrutaremos del abierto.

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