Un famoso dicho popular dice que «cada maestrillo tiene su librillo«. Y es verdad. Cada profesional de la locución, desarrolla una forma propia de hacer las cosas. Esa personalidad es a menudo el motivo por el que recurrimos a un locutor y no a otro para realizar un trabajo.
Pero, aunque cada profesional sea diferente, tiene que haber algo que nos una. Si no, sería imposible comunicarse, ya que cada locutor diría las cosas de forma completamente distinta a los demás. Y habría que aprender a interpretar cada estilo, como quien aprende idiomas.
Esos «mínimos comunes» son unas bases técnicas que vienen dadas por nuestra habla: el castellano español se dice de cierta manera. Y pueden ser un buen indicio que te permita reconocer quiénes son los profesionales mejor formados. Si controlan el lenguaje, sabes que estás en buenas manos.
Voy a explicar brevemente tres de esos mínimos que permiten reconocer a un verdadero profesional de la locución:
a) Las frases en castellano tienen una ligera subida tonal (de grave a agudo), en las primeras sílabas de la frase. El punto máximo de subida es la primera sílaba acentuada de la primera palabra que no sea un determinante. A partir de ahí, la frase ha de descender a un tonos cada vez más graves, con posibles subidas menores intercaladas. El cierre de la oración, si es en punto, será lo más grave.
Veamos un ejemplo: «El animal entró en su guarida para comer lo cazado». El punto más agudo de la frase sería la primera sílaba de la palabra «animal». Y el final de la frase sería el punto más grave. Escúchalo:
Así pues, nunca se empieza una frase en graves para terminarla en agudo. Porque el resultado sonará así de mal:
Esta estructura, sencilla e intuitiva, es respetada siempre por los mejores locutores.
b) De acuerdo con lo anterior, los finales de frase no se enfatizan con subidas de tono. Se ha hecho tristemente popular una forma de hacerlo que técnicamente no es correcta. Y que no es profesional. El final de nuestra frase quedaría así con este defecto:
Si ves a un locutor que no tiene este problema, es muy buena señal.
c) Nunca se ha de cargar el acento sobre la última palabra antes de una pausa. ¿Por qué? Porque es la forma menos expresiva de leerla. Si la frase tiene muchas palabras antes de la cesura, será necesario distribuir el peso a lo largo de la frase, nunca al final.
De nuevo, puedes ver lo mal que queda nuestra frase-ejemplo:
Si ves a un locutor que cumple estas exigencias mínimas, considéralo. ¡Es muy posible que estés ante un buen profesional!
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