Carlos Infante: «Hay que hablarle al oído al oyente»

locución
Carlos Infante imparte clases de locución en Madrid desde 1993

Carlos Infante es uno de los docentes más prestigiosos del mundo de la locución en España. Formado en las disciplinas de arte dramático, y locución, redacción y técnico de sonido para radio, cuenta con una experiencia de varias décadas como realizador de programas, locutor y productor de publicidad. Desde 1993, imparte clases de locución, y por su escuela han pasado centenares de alumnos cuyas voces se oyen a diario en los medios de comunicación. Para más información, recomendamos visitar la web personal de Carlos Infante.

– Entrevista a Carlos Infante

PABLO MANZANO: Don Carlos Infante, ¡muy buenas tardes!

CARLOS INFANTE: Muy buenas.

P.M.: Muchísimas gracias por concedernos este tiempo. Bueno, como hemos mencionado, tu formación y tu trabajo profesional tocan varios palos: la publicidad del teatro, el trabajo radiofónico, tanto a nivel artístico como técnico… ¿Por qué llegaste a mezclar en tu formación elementos tan variados, y que en principio no tendrían por qué coincidir en un solo profesional?

C.I.: Pues mira, te cuento. Yo quise entrar en lo que era Radio SEU, o Radio Juventud, pero la acababan de cerrar ya. Y entonces busqué a ver qué escuela había en la que impartieran ese tipo de enseñanza.

P.M.: ¿De qué año estamos hablando?

C.I.: Más o menos estamos hablando del año 1963. Había un centro que tenía esas especialidades nuevas, como podía ser, por ejemplo, publicidad, como podía ser alta costura, y tenía también radiofonismo. Había las tres especialidades locutor, actor, guionista y técnico de sonido. Era obligatorio asistir a todas las clases. Lo que ocurre es que si tú decías, por ejemplo, que ibas a ser locutor, entonces en las demás papeletas te ponía “exento”. A mí me gustaba muchísimo, me encantaba esta profesión, yo quería saber cada vez más, y como me hacían ir a clase a todas, al final dije “qué trabajo me cuesta”. Sí, tienes que hacer los ejercicios que te manda cada uno de los profesores, pero a mí me encantaba.

P.M.: Y bueno, primero como oyente, y luego ya como profesional experimentado, pues tú mismo has comprobado la evolución de la locución en España. No era lo mismo una locución en 1955 que una en 1975 o una en 2005. ¿Cómo dirías que ha sido ese recorrido?

C.I.: Bueno, ese es un tema un tanto extenso, pero intento abreviar. Al principio, si nos vamos, por ejemplo, a los años cuarenta y tantos, en realidad era más intuitivo. Es decir, que de repente a lo mejor, para un insecticida, pues de repente ponían la música de un bolero. ¿Por qué? Pues porque estaba pujando a lo mejor una zarzuela o una opereta donde cantaban ese bolero y se iba a ver al compositor y se decía “Pues mire usted, yo quiero algo parecido a esto para mi producto de insecticida.”

Luego, ya en los años 60, llegó aquí, por ejemplo, McCann Erickson, y se hizo mucho más seria la publicidad. Y luego ya ha ido evolucionando, evolucionando, y ahora creo que estamos viviendo desde mi humilde punto de vista, una mala época de mucho aficionado. Yo creo que la mitad de los spots, por ejemplo, están equivocados. ¿Por qué digo esto? No quiero ser tampoco negativista porque sí, pero hay veces que yo soy target de un anuncio y digo: “este anuncio yo lo he visto como siete veces, y no sé qué anuncia.” Luego, yo, por ejemplo, soy muy aficionado a los coches, me han gustado siempre mucho y hoy día no distingo uno de otro. Compraría el más barato y punto…

P.M.: Hoy en día parece que una de las exigencias más habituales es la naturalidad, que es algo que, por ejemplo, en los años 40, no se valoraba tanto. ¿Crees que aporta ventajas el orientarse en una locución, por ejemplo, publicitaria, hacia un terreno más cercano al habla coloquial?

C.I.: Vamos a ver, es que esa es la primera confusión. La gente dice la naturalidad. Vamos a ver, estamos hablando y debemos de hablar de la falsa naturalidad. Es decir, entre profesionales, a lo mejor tú le dices a un locutor: “Oye, házmelo un poquito más natural.” Sabemos de lo que estamos hablando, hablamos de la falsa naturalidad, porque si todo fuera tan natural como la vida misma, no interesaría a nadie. Eso es lo primero.

Luego, el gran problema está en que hay tanto aficionado. No saben lo que quieren. Es decir, están dando palos de ciego y de repente te dicen: “Yo lo quiero todo plano”, porque no tienen ni idea de locución. Te diría que casi ningún cliente, casi ninguno. Puede haber uno que sea intuitivo…

P.M.: Pero sin embargo, ¿estamos de acuerdo en que quizá la mejor manera de aproximarse al oyente es buscar esa falsa naturalidad que puede hacer el mensaje más cercano?

C.I.: ¡Pero es lo mismo que en el teatro! Quiero decir: el teatro también es la falsa naturalidad, pues esto es igual. Quiero decir que si yo te recomiendo un detergente o te recomiendo un coche, se supone que yo lo he probado, y se lo cuento a un amigo y digo: “Oye, es fantástico este coche que tiene un motor de una potencia enorme, que es muy poco lo que gasta…”. Es un amigo que te está contando. No como ahora que, si te fijas, en la mitad de los spots la locución es una retahíla sin técnica ninguna, donde al final es como decir: “Mira, yo te lo cuento. Si me quieres creer, bien, y si no, ahí tienes la puerta.” Claro, no es eso. Es alguien que se involucra y siente lo que está diciendo. Y se lo dice a un amigo, que es el oyente, claro.

P.M.: Y bueno, tú mismo te has dedicado a la formación después, porque desde hace varias décadas das clases de locución aquí en Madrid. ¿Cómo te planteaste esa enseñanza cuando empezaste a dedicarte a ello?

C.I.: Pues era muy sencillo. Yo era feliz haciendo lo que estaba haciendo con la productora. Realizaba en el sentido amplio de la palabra, llamaba a los locutores, sugería correcciones en el guión si era necesario, etcétera. Pero, a raíz del año noventa y dos o por ahí, empezaron a cambiar las cosas, y a mí ya me aburría tanto aficionado.

La ilusión de mi vida siempre había sido la enseñanza, porque el tiempo que tuve la productora me llamaban de distintos centros para impartir clases. Claro, yo no tenía tiempo, entonces, lo hacía un poco a salto de mata. Pero cada vez que daba clase volvía eufórico y volvía contento. Y entonces me dije: “Pues mira, esto se acabó.” Es que no es que no te puedes imaginar lo que cambió el sector…

P.M.: ¿Todo el mundo puede ser locutor si se lo propone?

C.I.: Yo en principio creo que sí. Te voy a contar una pequeña anécdota, y creo que te respondo con ello. Uno de mis alumnos era tartamudo. Claro, tuvo que trabajar muchísimo. Este hombre es psicólogo, y quería vencer la tartamudez y se fue con un logopeda, y estuvo ocho años con él, porque al final se quedó de ayudante. Al final dijo: “¿Por qué no hago yo un máster y me sacó el título?”, con lo cual hoy día, no solamente es que sabe locutar, sino que encima puede dar clases de Logopedia.

P.M.: Entonces la respuesta es que, efectivamente, cualquiera puede ser locutor…

C.I.: Yo creo que sí. Lo que pasa es que, claro, si me dice eso mismo un tartamudo, le diría: “Tienes que trabajar muchísimo”. Pero se puede.

P.M.: Y el locutor de, por ejemplo, documentales, ¿es el mismo locutor que el de publicidad y el mismo que el de radio? ¿O consideras que debería existir una especialización por diferentes terrenos o campos profesionales?

C.I.: No, creo que pase igual que con el actor. El actor siempre tiene que ser actor, lo demás son medios: actor de teatro, actor de cine, actor de radio, etc. Y aquí pasa un poco lo mismo. Es decir, que no es lo mismo leer un documental, por ejemplo, que de repente interpretar un diálogo, es distinto, pero lo puede hacer la misma persona. Lo que sí es cierto es que luego a cada uno de nosotros se nos puede dar mejor una cosa que otra…

P.M.: Pero, ¿tú separarían la formación como ahora se hacen muchas escuelas? Clases solo de locución publicitaria, clases de locución documental, clases de locución de literatura…

C.I.: Yo no lo haría. Tú sabes bien que yo lo que hago es tocar todos los palillos, excepto el doblaje. Yo no toco el doblaje, eso sí es otra actividad. Pero dentro de la locución yo procuro tocar todos los mimbres porque, claro, el día de mañana a ti te van a llamar a lo mejor para hacer una cuña de publicidad, pero es que al día siguiente te van a llamar para un documental y al día siguiente a lo mejor para una poesía. Por lo tanto, hay que tocar todos los palillos, a mi juicio.

P.M.: Entonces tú, por ejemplo, considerarías que el profesional de la voz, que es un locutor, y el profesional de la voz, que es un actor de radioteatro, en principio serían el mismo profesional, en el sentido de que transmiten mensajes con la voz… ¿o crees que hay una diferencia?

C.I.: Claro, varía la técnica, porque el actor tiene que crear el personaje, el locutor no, el locutor tiene que involucrarse, tiene que contarlo, tiene que llegar y hablarle al oído, al oyente, etcétera. Mientras que el actor, en ese sentido, tiene que hacer otra otra composición.

P.M.: ¿Quiénes fueron tus maestros en materia de locución?

C.I.: Pues mira, yo he tenido la gran suerte de tener siete profesores de voz. Eso fue una delicia. En la escuela estaba, que es muy conocida, Mari Carmen Goñi, por ejemplo, que era la que hacía Valentina, la gente la conoce por ese trabajo. Y Eduardo Rojo Aljórriz… Bueno, he tenido tantos. Y luego en técnica Pedro Mengíbar, Antonio Hurtado en efectos de sonido, Terradas en publicidad, etc..

P.M.: Y ya para terminar, ¿qué consejo le darías tú hoy a una persona joven que quiere iniciarse en el mundo profesional de la voz?

C.I.: Bueno, para mí, que se prepare, que se prepare, que se prepare. Eso está clarísimo.

Porque además yo creo que esto hay que enfocarlo de una manera. Hoy día se dan clases de locución engañando a la gente, muchas de ellas. Es decir, están diciendo que esto es muy light, muy divertido, no tienes jefe, se gana mucho dinero, te pueden grabar las clases en vídeo, luego te las llevas a casa y te echas unas risas recordando lo que se dijo… y a continuación te meten el puñal de los precios.

Yo creo que no hay que engañar a la gente. Esto es una actividad artística, y hay que tomarla en serio. Si yo te dijera, por ejemplo, Pablo: “Mi hijo, se va a dedicar a la pintura”, dirías: “¡Caramba!”. Porque ya sabes lo que eso significa. O a tocar el piano, o a escribir.

Hay una ventaja en esta profesión: a mi juicio hay muchas oportunidades. Yo digo siempre que quizás si yo trabajara en un banco, a lo mejor a lo largo de mi vida profesional tendría dos oportunidades de cambio. Si trabajo en el Santander, me llaman del Banesto o de la caja de ahorros. Pero aquí no, aquí hay muchas posibilidades, hay mucho movimiento, pero tienes que estar muy preparado, muy preparado. O sea que la cosa no va de broma. Hay que tener mentalidad artística y tú tienes que ser como el pintor, el escritor, etcétera: tomarlo en serio.

PABLO MANZANO: Muy bien, pues con ese mensaje nos quedamos. Muchísimas gracias Carlos. Ha sido un placer.

CARLOS INFANTE: Muchas gracias a vosotros, siempre, y a ti, Pablo.

– Información adicional

Web de Carlos Infante y sus clases de locución: https://www.carlos-infante.com/

(Música: Chris Haugen)

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