Voiceover: ¿sí o no? La simple respuesta de un maestro

voiceover

Una de las primeras normas que se suelen enseñar a los estudiantes de guión tiene que ver con el voiceover. Se resume en una palabra:

«Nunca«.

La voz de un narrador que cuenta la historia se suele considerar un recurso pobre.

¿Por qué? Quizá porque durante mucho tiempo se ha utilizado mal.

En un modelo de narración audiovisual clásica, hay consenso en que mostrar es mejor que decir. El espectador creerá y sentirá más aquello que vea o presencie, que aquello que una voz le cuente. Además, dado que tenemos la imagen, ¿por qué recurrir a las palabras para contar algo? Es como dar explicaciones en lugar de expresar.

Por ejemplo, películas como Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2009) o El coleccionista (William Wyler, 1965) han sido criticadas porque sus narradores son, muy obviamente, un fruto de la pereza del autor.

Sin embargo, algunos grandes guionistas, como Billy Wilder han hecho obras maestras sin renunciar a contar con un narrador extradiegético. Películas como Sabrina (1954), El crepúsculo de los dioses (1950) o El apartamento (1960), son consideradas clásicos y cuentan con voces de narradores que nos introducen en la historia.

¿Cuál es la diferencia entre un voiceover bueno y uno malo? ¿Cuándo funciona y cuando deja de funcionar?

-La simple respuesta de un maestro

En cierta ocasión, la clave la dio precisamente Billy Wilder:

«Con los voiceovers hay que tener cuidado de no mostrar lo que ya está viendo el público. Hay que añadir algo.»

Se puede ir incluso un poco más allá. La voz debe contar algo que reaccione con lo que muestre la imagen.

Así nos puede dar una perspectiva nueva sobre lo que vemos. Puede ser un chiste. O podemos dudar de la honestidad del narrador. O simplemente podemos darnos cuenta de que lo que dice es más profundo de lo que parece.

Lo importante es que haya interacción entre los elementos. Y que de esa interacción surja drama (o comedia).

Como ejemplo canónico, recomiendo el visionado de un desternillante clásico de Disney: La leyenda de Sleepy Hollow (Clyde Geromini y Jack Kinney, 1945).

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